El Ser de Luz


Hace unos treinta años, cuando la llamada del amor permitió que dos almas se conocieran y tras recorrer un tramo de la vida, una de ellas descubrió que estaba siendo víctima de una gran mentira.
Debido a la sinrazón del desamor, el engaño, cayó en una profunda crisis que le condujo a una situación desesperada.

Una noche de verano, sola, en su habitación, decidió acabar con su vida. Ya nada merecía la pena, carecía de sentido seguir sufriendo —se decía―. Esperó a que sus padres durmieran.
Preparó el material que la transportaría a la paz que tanto necesitaba, o eso creía ella.
Se sentó sobre la cama. Cerró la ventana. Corrió las cortinas y se sumió en un profundo silencio lleno de dolor.

Cuando iba a hacer real su triste deseo levantó la mirada atraída por un punto de luz que a unos dos metros de ella y por encima de su cabeza comenzó a crecer, parecía provenir de la ventana que daba a la calle. ¿Qué extraño? pensó, ¡si está todo cerrado!
La luz ¿ajena? a sus pensamientos continuó expandiéndose, formando la silueta de un cuerpo ¿humano?
La visión seguía pasmándola, helando sus movimientos.
La luz menguó, pero no así la forma que tenía ante sus ojos, se fue “solidificándose”.
Era alta, unos dos metros. El pelo le llegaba hasta los hombros, de un castaño reluciente. Sus facciones expresaban dulzura y a la vez firmeza y seriedad, sin translucir si era hombre o mujer, quizás los dos sexos y ninguno a la vez. Sus ojos rasgados y de mirada profunda.
Vestía una túnica blanca larga que no dejaba ver sus pies y sin llegar a tocar el suelo. Permanecía suspendido en el aire.
Una imagen que parecía haber salido de una estampa religiosa, pero que era tan real como tú que estás leyendo estas líneas.

―¿Qué vas a hacer? Escuchó sin que el “Ser” moviera los labios.
―¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres? —Contestó ella.

―¿Has pensado en las consecuencias que tendrá tu acto en aquellos que te aman, en tus padres cuando por la mañana abran la puerta de tu habitación al ver que no sales? ¿El sufrimiento que innecesariamente les vas a ocasionar, lo has pensado?
Sin dejarla reaccionar, continuó con voz dulce y afectuosa:
―Yo soy tu creador, tu Dios.
―Yo… habito en ti.
―Eres un eslabón de una cadena que no debes cortar, tu vida no es fruto de la casualidad.
―Debes irte cuando sea el día señalado y no antes.
―No es la primera vez que vienes a este mundo, ya has estado aquí antes.
―Anteriormente fuiste una monja en Perú y debes continuar con tu misión.

Hizo una pausa y siguió, en tono grave:
―El mundo está en crisis y de vosotros depende que el cambio sea doloroso o gozoso, si vuestro corazón se endurece ocurrirán catástrofes.
―No debes dejar pasar el tiempo.
―Tu tarea es necesaria.

Ella comenzó a llorar desconsoladamente y decidió no cometer tan grave error.

El Ser de Luz continuó:
―Ama. Ama. Ama.
―Volveré.

El silencio envolvió la habitación.
El Ser de Luz fue disolviéndose y, como vino se fue.



No hay que decir que su vida dio un vuelco. Hoy sabe que todos formamos parte de una Vida que ni empieza en la concepción ni acaba con la muerte, sino que somos Flor y Fruto de un majestuoso Árbol de la Vida. Hoy sigue, anónimamente, compartiendo… Amor.

Ángel Khulman